Los spoilers (destripes) son de lo peor. Esto ya lo sabemos. Ya sea el amigo que accidentalmente revela el final de un gran libro, la reseña de la película que cubre con diligencia cada giro de la trama, o el estudiante que comparte información de cursos con cohortes ulteriores, los spoilers pueden molestar y enfurecer. Lo que nos quitan nunca puede devolverse: nuestra respuesta honesta, sin filtros y sin preparación a una obra creativa. El robo de nuestro viaje único y personal a través de lo que a menudo también puede ser una experiencia compartida. "Ahí está, oficial. Ese es el hombre que me dijo que el mayordomo lo hizo".